miércoles, 3 de marzo de 2010

Harakiri. Honor, desempleo y poder.



Las calles de Edo están llenas de samuráis amenazando con hacerse el seppuku si no les dan limosnas. Con estas palabras nos describe Masaki Kobayashi en la película “seppuku” la situación a la que se enfrentaban los samuráis en periodos de paz cuando ningún jefe de clan necesitaba disponer de sus servicios , el desempleo hacía estragos entre los samuráis, que se veían obligados a pedir limosna para subsistir. Mala cosa para una gente que consideraba el honor piedra angular de la existencia.

En el seppuku, que no era un simple suicidio sino una alta expresión a través de la cual se limpiaba una mancha en el honor, tonterías las justas, no bastaba con clavarse el puñal o la espada en el vientre, había que hacerse un siete hasta conseguir volcar los intestinos en el exterior, cuanto más fuera consiguiera depositar sus intestinos mayor sería el honor que se conseguiría. Cuando el protagonista de tan honorable acto no soportaba avanzar más en el proceso hacía una seña a su segundo de ceremonias y este le decapitaba para acabar rápidamente con la representación y, era de esperar, elevar en alto honor a tan loable samurái…

Lógicamente una cosa de estas características debía contar con una legitimación suficiente entre el gremio para llegar a ser posible. Era necesario lograr que el deshonor fuese considerado tan indeseado que se escogiese la muerte para limpiar el nombre y recuperar la honorabilidad.

Como todo Quijote el seppuku también tiene su Sancho Panza y lo que se concibe como lírica desemboca en una más real prosa en la que la amenaza del acto se utiliza como instrumento para ganarse el sustento. Partiendo de aquí Kobayashi ofrece una historia en la que se pasa desde la prosaica realización del seppuku como forma de conseguir limosna a un verdadero acto no ya tanto a favor del honor como de un acose y derribo de las relaciones sociales y de poder que posibilitan semejante rito tradicional, denuncia de un sistema de autoridad hipócrita, de un sistema de autoridad que no deja de proyectar sombras sobre el universo simbólico de la época.


Harina de otro costal es el “suicidio ejemplar” y anacrónico mediante seppuku del genial escritor Yukio Mishima como acto de protesta por considerar que Japón estaba perdiendo sus usos y costumbres ancestrales en el devenir posterior a la segunda guerra mundial.


El cordón de Azarías

1 comentario:

  1. Me destriparé si el camarero no me invita a una caña.

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