domingo, 9 de mayo de 2010

CUANDO DIOS ESTABA DE VACACIONES


No parece que los exterminios, matanzas o genocidios sean excepciones en la historia de la humanidad, no son fruto de una determinada cultura o de un régimen político concreto. Traspasan las fronteras políticas y naturales, igual se encuentran en Siberia que en Uganda, igual se presentan bajo la pretendida legitimidad de salvaguardar las libertades y derechos de un pueblo como lo pueden hacer bajo el argumento de ser una necesidad el acabar físicamente con aquellos considerados inferiores, no ya por su peligrosidad sino por evitar que contaminen la pureza de la sangre.

Está por ver cuáles son las circunstancias que desembocan en estas terroríficas formas de expresión humana.

La Shoah, el genocidio armenio, Katyn, Srebenica, Kolyma y la ruta de los huesos junto a todo el GULAG, la eliminación masiva de camboyanos ejercida por los Jemeres Rojos o las matanzas entre utus y tutsis se presentan como abanderados de estas prácticas en la historia contemporánea.

Un ensayo sobre las razones de tal comportamiento es una tarea que no está al alcance de Azarías. Quizá el número de variables que posibilitan estas prácticas sea tan amplio que su simple enumeración no sea nada más que eso, una enumeración de circunstancias que se dieron en unos u otros casos, circunstancias que condicionan pero que no determinan.

Que se pueda circular dos mil kilómetros por una carretera cuyo asfalto descansa sobre esqueletos humanos o que se pueda pasear por un campo donde los huesos y los restos de las ropas de miles de ejecutados emergen del subsuelo exhibiendo su dantesca presencia a penas disimulada es algo cuya causalidad parece que debe buscarse en la naturaleza humana. La misma naturaleza que crea el arte crea el genocidio, la naturaleza humana. Los causas que llevan a los humanos a desembocar en la Venus de Milo o en Auschwitz están todavía sin clarificar.

Un dicho judío ironiza : " Auschwitz, cuando Dios estaba de vacaciones". Arendt, más pragmática ella, señalaba en su " Heichman en Jerusalén" a la banalidad del mal como una de las causas, pero... eso, una de ellas, circunscrita a la Shoah y no causa necesaria en otros genocidios o exterminios.

Tamerlan por su parte, allá por el medievo, se podía dedicar por la mañana a exterminar y por la tarde a la arquitectura y la escultura para convertir Samarcanda en una de las ciudades más bellas del planeta " Si dudais de nuestro poder contemplar nustros edificios". No parece que estén reñidos el arte y la barbarie, la cosa se complica y a Azarias se le escapa tal complejidad.

Código restringido: El de la triste figura e Ignatius.


Tiene el grasiento Ignatius un genio espectacular, es una de esas no abundantes personas que se dedican a hacer aquello consecuente con su ser. Con Ignatius hemos topado, querido Sancho, los necios se conjuran contra el.

Decía Niche que no es la razón sino el instinto, no Apolo sino Dioniso. Al bueno de Ignatius no parece claro cuál de estos lados le sienta mejor, si bien de la razón hace su faro el instinto le supura por las orejeras de su grasienta gorra. He aquí encarnada la voluntad de poder, supervivencia y aumento de su situación. A ello se dedica Ignatius contra viento y marea... a penas logra no sucumbir.

Qué cosa, en ello se centra sin atisbo de duda, y aun así los necios, menos, claro está, la parte que a el mismo le corresponde, impiden que se coma plenamente la tostada. ¿Será a lo máximo a lo que se puede aspirar cuando uno va " to tieso" contra la conjura y a lo suyo.
El asunto es que al de la triste figura, icono de todo el movimiento, tampoco le fue mejor, toda su energía concentrada no le valió contra el bachiller Carrasco y, con menos suerte que Ignatius, vencido, se retiró. Ante su incapacidad prefirió disolverse. Gran punto medio fue el intento de Sancho de cambiar el contexto para poder seguir con su historia.
Ahora bien, igual que Ignatius sabía que carrito de perritos calientes no era gran empresa alimentaria, Quijote sabía que en la cueva no estuvo varios días.

Por supuesto que será cuestión de grado, pero ¿ puede el hombre dejar de ser animal social para dedicarse a su albedrío particular? Chungo, aunque hay sus más y sus menos.